Sueño profético

Hoy fue uno de esos días en que dormité más que un bebé.

Soñé esta tarde con un lugar que me recuerda (por su ubicación) la casa de unos tíos maternos. En esta ocasión había una especie de reinado en aquella región. Existía además cierto profeta: no pude discernir bien su rostro, pero era un hombre de gran altura, blanco, de abundante barba algo gris (sin embargo, su aspecto era más bien de un hombre de vigoroso), con su rostro y cuerpo cubierto con una vestimenta clara que recuerda a la de un monje.

Había en aquel espacio una especie de congregación de "adivinos", o de personas con capacidad intuitiva y perceptiva muy grande. También estaba yo, como aprendiz incipiente. De vez en cuanto, de una forma bastante esporádica y repentina, aparecía este profeta. Sin embargo, sólo se dirigía a una persona determinada (si bien la aparición era pública, la comunicación o el mensaje era comprendido únicamente por el individuo interesado) y le predecía, normalmente, cómo iba a ser el fin de sus días. Sin embargo, no debe malinterpretarse: era un gran honor para estos individuos que el Gran Profeta les hablara, aunque fuera sólo para decir cómo habría de acabar sus días. El Profeta era una persona respetada y muy admirada por todos en aquella comunidad. Y efectivamente, siempre se cumplía lo dictado.

Siguiendo con la historias proféticas, existía un encuentro que tarde o temprano debía darse. Sin embargo, mi sueño fue corto y no logré observar su cumplimiento. Ese profeta identificaría en algún momento a alguien con dotes especiales, mas no recuerdo el objetivo. Curiosamente, él mismo desconocía su identidad: sólo lo identificaría al verlo a través de algún encuentro "fortuito". Por supuesto, esta persona tenía una señal: un lunar o cicatriz adosada a la piel de la oreja derecha con forma de ese aparato que usan los sordo-mudos para lograr escuchar alguna cosa. De forma omnisciente, al ver la naturaleza de marca, supe que podría ser yo. Aquello era, si se quiere, un meta-conocimiento: mi yo omnisciente lo sabía, pero mi yo-onírico no.

Pero esto nunca ocurrió en mi corto sueño. Curiosamente me veo más adelante a mí misma hablando con el Profeta, si bien no estoy segura de hacerlo en mi cuerpo o en el de mi amigo Óskar (a veces, en los sueños, suplanto a otras personas). Me muestra una especie de representación de una trilogía humana, una extraña organización estructural en forma de triángulo rectángulo. En algún momento, este profeta se acerca a la reina (que por cierto, me recuerda mucho a mi mamá de joven), y le habla sobre su muerte, no sé si física, pero ciertamente como reina: su tiempo había acabado. Ella acepta la situación de forma un poco triste, pero tranquila. Había sido una buena reina. Apenas aquellas palabras fueron pronunciadas, comenzaron a suceder algunas cosas: un individuo con fisionomía de Frankenstein resucitó no sé cómo; éste era el tío de alguna joven, cuya importancia real no recuerdo, pero cuyo papel en el derrocamiento de la reina fue fundamental. Esta resurrección trae como consecuencia el apoyo subversivo a estos nuevos personajes y el comienzo de una etapa más vil y corrupta. Avanzábamos hacia otra era, distinta y salvaje.

Y en este punto, me desperté.


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