Amadeus (Milos Forman)

Recientemente he visto una deliciosa película llamada "Amadeus", cuya sinopsis podrán encontrar en la siguiente dirección: http://www.labutaca.net/52berlinale/amadeus1.htm. De cualquier forma haré mi propia introducción, e introduciré algunas reflexiones de esta producción cinematográfica, si mi flojera crónica no interfiere con este proceso.

Ciertamente es un film que refleja la vida de Mozart, pero esto debe tomarse con bastante precaución, puesto que muchos detalles han sido desvirtuados poderosamente con el fin de darle sentido a la trama real: la humana vivencia de la soberbia y de la envidia irresoluta ante un genio estrafalario.

Dicho sucintamente, parece poca cosa. Así que me extenderé con ejemplos. A partir de ahora: si usted no ha visto esta película, le recomiendo que se detenga y la compre, la alquile, la baje por Internet, la pida prestado, etc. Y después continúe. Otra advertencia más: no tengo la menor intención de escribir esto con un mínimo de orden. Creo que bastante lograré si al menos logro exteriorizar el 10% de lo que tengo en mi cabeza.

Ya hechos estos preámbulos, comencemos con un fragmento de película. Como nota introductoria, el emperador José II decide -influido por su fama- solicitar los servicios de Mozart al proponerle la realización de una ópera. Salieri, el compositor de cámara, decide escribir una pequeña pieza de bienvenida a Mozart. Justo en el momento precedente a este retazo de video, se ve a Salieri sensibilizado ante esta melodía que surgía entre sus dedos, y dándole gracias al Dios preso en el crucifijo de su cuarto, se dispone a escribirla. Y a continuación la escena que deseo mostrarles:






Este fragmento delicioso me lleva desde un disfrute musical a la carcajada pura. El gran y esperado Mozart se presenta como un hombre algo atolondrado, con un pobre sentido de elegancia, sinceridad infantil y un enorme caudal de espontaneidad (no sé, pero vaya que me encanta todo este paquete). Salieri contrasta por su aplomo y compostura, su buen gusto.


Como pudieron observar, la escena comienza con una pequeña pieza que Salieri compuso para darle la bienvenida a Mozart. Al final de este fragmento, este "mono amaestrado" (como le llama Salieri) hace mucho más que reproducirla de memoria (habiéndola escuchado sólo una vez): le brinda brillo, contenido y vida, y es tan sabroso escucharlo como verlo desplegarse en el piano, con esa euforia de quien disfruta intensamente de lo que está haciendo. El contraste final es francamente cómico: Mozart riéndose y Salieri, ya en su cuarto, con una verdadera cara de cañón, dándole hipócritamente las gracias al Señor. Estas clases de revelaciones le resultan muy poco agradables.

Por ahora dejaré esto, puesto que tengo ganas de dormir. Sin embargo, si desean escuchar cómo quedó aquella obra turca, aquí les dejo un fragmento de la misma. Saludos y hasta una próxima ocasión.






Continúa: Parte  II

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2 voces:

LGS dijo...

Que buen post hiciste!!!! hacia tiempo que no me entretenía tanto con algo tuyo. Mezclaste imagen, sonido y palabra escrita en un todo atrapante... espero la segunda parte!!!!!

Besos

A!

Aire dijo...

Muchas gracias, Ari: me pone muy contenta tu comentario :)

¡¡Un beso grande!!

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