En diciembre del año pasado, más o menos, tuve un sueño para reflexionar. Tal reflexión será descrita en otro post, más adelante. Por hoy deseo simplemente comentarlo. Va así:
Existía una casa-laberinto, a la cual entraba cada vez que así lo deseaba. A ella accedía sólo cuando buscaba satisfacer cierto tipo de deseos muy personales. Sin embargo, en un momento se estableció un complot: aquella población (los habitantes del recinto) decidió retenerme, y para ello me tendieron una trampa.
Entré por última vez como hombre algo canoso de mediana edad (soy mujer). Dentro de aquel lugar tenía como pareja una joven delgada, de cabello rubio que llegaba a los hombros. Ese espacio había dejado de ser casa-laberinto para transformarse en mundo-laberinto (que aquello consistiera en un laberinto es un saber omnisciente, jamás consciente en mi sueño). En cierto instante ella me notifica que mis padres vendrían al día siguiente para salir conmigo. Esto ocurre: ambos me buscan en su automóvil para llevarme a un lugar diferente. Estos padres no eran tales: más jóvenes que yo, actuaban como impostores en un mundo impostor. En este sentido, vivía en todo aquel espacio de una forma equiparable a Truman Burbank en The Truman Show.
La estrategia para retenerme en aquel mundo-laberinto consistía en lo siguiente: mostrarme una ciudad preciosa de la cual pudiera enamorarme y desear vivir en ella. De esta forma, jamás elegiría regresar a mi mundo. De este saber omnisciente de las circunstancia, lo ignoraba todo desde mi perspectiva de hombre.
Mis padres postizos me llevaron a tal ciudad. Tenía sus bondades: era genuinamente hermosa, y el precio de todos los productos increíblemente económico. Sería muy fácil surgir allí. Empero, en aquel sitio observé algo que no me gustó: las cosas eran realmente seres vivientes que habían sido convertidos en elementos de servicio. Entiéndase: los postes, las mesas, las ruedas de los carros, etcétera, todos ellos eran seres vivos. Al darme cuenta de aquello, entendí por qué ese lugar era tan exageradamente económico: seguramente todos ellos eran sub-pagados. Atiné a decir que definitivamente NO quería vivir allí y comencé mi camino de retorno a casa.
En el camino de regreso, una joven y su hermano me secuestraron y llevaron a su casa. No recuerdo más hasta la siguiente escena: resignado a que no podría marcharme comienzo a observar todos las cosas-vivas que existían en aquel lugar. Con gran sorpresa y dolor me di cuenta de cuánto sufrían: la mesa en su labor de sostén, había dejado de sonreír hace tiempo; la hornilla soportaba la insufrible tortura de ser llevada al calor extremo, para luego ser enfriada nuevamente; la profunda tensión del gancho de ropa, que era estirado más allá de lo soportable para poder ser utilizado como tal... todos los objetos padecían de grandes dolores porque todos eran esclavos. Indignado dije que esto no podía continuar así, y le expresé a la joven que me retenía en su casa que si deseaba que permaneciera allí, tendría que apoyarme. Esta chica -delgada, de pelo castaño en cola de caballo- se enamoró de mí, y quizá por ello decidió acompañarme en esto. Todos las cosas-vivas fueron liberadas de sus funciones, y con amorosa atención me preocupé de su recuperación.
Al día siguiente, funcionarios de la policía vinieron a buscarme: el tiro les salió por la culata, mi presencia fue generadora de unos cambios que ellos no deseaban promulgar. La excusa, sin embargo fue otra: había dejado de entregar un documento con el cuál me había comprometido para ese día. Quizá intentando que adoptara su mentalidad, me mostraron las ventajas de que estos seres fueran utilizados como cosas. Me mantuve firme, negándome a aceptar aquello. Entonces, uno de esos seres -ya recuperado- que había prestado servicio como gancho de ropa comenzó a hablar de una forma ininteligible, como un chillido agudo. Esto fue sorprendente, porque nadie sabía que aquellos seres pudieran expresarse.
De forma omniciente sabía en qué consistía su relato: narraba cómo su madre accedió someterse a tal esclavitud pensando que de esta forma podría acceder a un futuro mejor, y cómo esto no sólo la encadenó a ella, sino a este joven ser, que para entonces tenía sólo diez años. Y con esta historia, culminó el sueño.
Existía una casa-laberinto, a la cual entraba cada vez que así lo deseaba. A ella accedía sólo cuando buscaba satisfacer cierto tipo de deseos muy personales. Sin embargo, en un momento se estableció un complot: aquella población (los habitantes del recinto) decidió retenerme, y para ello me tendieron una trampa.
Entré por última vez como hombre algo canoso de mediana edad (soy mujer). Dentro de aquel lugar tenía como pareja una joven delgada, de cabello rubio que llegaba a los hombros. Ese espacio había dejado de ser casa-laberinto para transformarse en mundo-laberinto (que aquello consistiera en un laberinto es un saber omnisciente, jamás consciente en mi sueño). En cierto instante ella me notifica que mis padres vendrían al día siguiente para salir conmigo. Esto ocurre: ambos me buscan en su automóvil para llevarme a un lugar diferente. Estos padres no eran tales: más jóvenes que yo, actuaban como impostores en un mundo impostor. En este sentido, vivía en todo aquel espacio de una forma equiparable a Truman Burbank en The Truman Show.
La estrategia para retenerme en aquel mundo-laberinto consistía en lo siguiente: mostrarme una ciudad preciosa de la cual pudiera enamorarme y desear vivir en ella. De esta forma, jamás elegiría regresar a mi mundo. De este saber omnisciente de las circunstancia, lo ignoraba todo desde mi perspectiva de hombre.
Mis padres postizos me llevaron a tal ciudad. Tenía sus bondades: era genuinamente hermosa, y el precio de todos los productos increíblemente económico. Sería muy fácil surgir allí. Empero, en aquel sitio observé algo que no me gustó: las cosas eran realmente seres vivientes que habían sido convertidos en elementos de servicio. Entiéndase: los postes, las mesas, las ruedas de los carros, etcétera, todos ellos eran seres vivos. Al darme cuenta de aquello, entendí por qué ese lugar era tan exageradamente económico: seguramente todos ellos eran sub-pagados. Atiné a decir que definitivamente NO quería vivir allí y comencé mi camino de retorno a casa.
En el camino de regreso, una joven y su hermano me secuestraron y llevaron a su casa. No recuerdo más hasta la siguiente escena: resignado a que no podría marcharme comienzo a observar todos las cosas-vivas que existían en aquel lugar. Con gran sorpresa y dolor me di cuenta de cuánto sufrían: la mesa en su labor de sostén, había dejado de sonreír hace tiempo; la hornilla soportaba la insufrible tortura de ser llevada al calor extremo, para luego ser enfriada nuevamente; la profunda tensión del gancho de ropa, que era estirado más allá de lo soportable para poder ser utilizado como tal... todos los objetos padecían de grandes dolores porque todos eran esclavos. Indignado dije que esto no podía continuar así, y le expresé a la joven que me retenía en su casa que si deseaba que permaneciera allí, tendría que apoyarme. Esta chica -delgada, de pelo castaño en cola de caballo- se enamoró de mí, y quizá por ello decidió acompañarme en esto. Todos las cosas-vivas fueron liberadas de sus funciones, y con amorosa atención me preocupé de su recuperación.
Al día siguiente, funcionarios de la policía vinieron a buscarme: el tiro les salió por la culata, mi presencia fue generadora de unos cambios que ellos no deseaban promulgar. La excusa, sin embargo fue otra: había dejado de entregar un documento con el cuál me había comprometido para ese día. Quizá intentando que adoptara su mentalidad, me mostraron las ventajas de que estos seres fueran utilizados como cosas. Me mantuve firme, negándome a aceptar aquello. Entonces, uno de esos seres -ya recuperado- que había prestado servicio como gancho de ropa comenzó a hablar de una forma ininteligible, como un chillido agudo. Esto fue sorprendente, porque nadie sabía que aquellos seres pudieran expresarse.
De forma omniciente sabía en qué consistía su relato: narraba cómo su madre accedió someterse a tal esclavitud pensando que de esta forma podría acceder a un futuro mejor, y cómo esto no sólo la encadenó a ella, sino a este joven ser, que para entonces tenía sólo diez años. Y con esta historia, culminó el sueño.
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6 voces:
a)- No es que los deseos conduzcan a trampas, es que son trampas en sí mismos ramificadas en complejidades laberínticas.
b)- Todo está vivo! Hasta los objetos... las formas de la misma inconsciencia que cuando despierta es a su vez ángulo de visión, junto con todos los objetos diurnos, de la Conciencia.
c)- Las cosas no son lo que a-parecen.
Buenas noches!
¡Gracias por escribir!
Más adelante te doy una respuesta: estoy casi obsesionada con la remodelación de este blog, y esto no me deja apenas tiempo para nada.
¡Saludos y hasta muy pronto! :)
Corre, yo también llevo prisa: aún no tengo "el poder del Ahora" y el tiempo se me va de las manos.
¡Saludos!
Apresúrate... Apresúrate lentamente
Ahora que te leo con calma quiero darte profundas gracias por tu comentario: me has dado mucho para reflexionar. Por supuesto, no pienses que mi anterior agradecimiento era superficial, jajaja: sólo que en este momento estoy degustando más tus palabras.
No he comenzado la reflexión del sueño. Lo haré más adelante porque deseo hacer todos los cambios pertinentes, que involucran mover posts a otra páginas, diseñarlas, etc. Sin embargo, has dado un excelente punto de partida con tus comentarios, así que si me lo permites, lo usaré para mi futura entrada.
No se me había ocurrido pensar que los deseos fueran en sí mismos trampas, ni que el laberinto estuviera indicando esto. Pero adquiere mucho sentido visto desde esa forma. Sin embargo, sucumbir ante él no significa necesariamente perderse (aunque el riesgo es grande). He disfrutado de este sueño porque ejemplifica lo que significa la verdadera libertad: viene de adentro, de una íntima decisión de ser auténticos, de valorar y respetar la vida, en todas sus formas. Ésta es la verdadera semilla del cambio.
Con respecto a la vida de las cosas... nunca había tratado con tanto respeto a los objetos con los cuales interacciono hasta el momento de soñar esto. Da para más también: desde lo humano, cosificar significa degradar e ignorar. Cada vez que reaccionamos con molestia, desprecio, etcétera hacia otra persona, de alguna forma nos negamos a ver lo sagrado en ella. Se transforma en una cosa que nos sirve o no para un fin. También he pensado mucho en esto en relación a los animales de laboratorio, de trabajo, mascotas y otros seres vivos, porque los manipulamos como si en verdad fueran objetos inanimados. Y a veces con una crueldad insufrible.
¿Qué tal si me desarrollas un poco más el punto c)?
El tiempo siempre estará en tus manos, mientras no intentes atraparlo ni pienses sobre él :)
"El poder del ahora" es para mí un ejercicio diario, una tarea autoimpuesta a la que rara vez respondo del todo bien, pero en la que avanzo día a día (lo indispensable es perseverar, no rendirse). Lo ejercito cada vez que estoy pendiente de cómo me siento, qué encuentro afuera y qué relación tiene eso conmigo. Y sobre todo, evaluar la calidad de mi emoción. Para ello intento esto: busco verme a mí misma, en ese instante, como si fuera un Dios, una criatura omnisciente. Observo qué hay, qué ocurre. Y en ese instante, todo se relativiza. He vivenciado dramas insufribles de situaciones que, con otro acercamiento, son increíblemente más llevaderas.
Quizá el punto esté -nuevamente- en nunca traicionarnos a nosotros mismos.
Me ha salido algo largo esto, así que lo voy a dejar hasta aquí, por ahora. Además, es de madrugada, tengo sueño, y estoy viendo ya elefantes fucsia jajaja.
Un abrazo muy grande. Cuídate mucho.
Hola!
Me refería al tema de las apariencias, a las cosas o personas que aparecen en el sueño (o en la vida real) como algo o alguien que no es lo que parece o aparenta. Pero, en realidad, las cosas o las personas son lo que son: todos esos pareceres están dentro de nuestra mente, en los filtros e interpretaciones mentales de la realidad. Entonces, si el experimentador-soñador percibe de manera notable todos esos cambios de apariencias, en realidad nos está hablando de una experiencia más pensada (e interpretada) que vivida directamente y por tanto de una relación predominantemente imaginal con las personas o cosas. Es decir: tratar con imágenes mentales más que con seres o cosas reales u objetivas. Creo que el sueño tiene un matiz característico en esa dirección.
Felices Sueños!
Yo veo más bien que el lenguaje onírico tiene varios niveles y que éstos se compactan en imágenes. Como un poema o una pintura: rico e inagotable en contenido. Así, cuando sueño con otra persona, ésta devela parte de mí y me muestra como una forma especial de espejo. Pero también habla sobre ella misma y muestra de sí cosas que no necesariamente haya observado en mi deambular despierto.
Esto que ocurre a nivel de sueños lo encuentro también tangible en el espacio real. La persona con la que interacciono se expone a sí misma, pero su presencia también habla de mí. Existe una forma de unicidad entre nosotros y nuestro entorno que no siempre resulta fácil de comprender.
Veo verdad en lo que dices sobre la imagen mental. Pero creo que esto es secundario. En palabras de Tagore: "Leemos mal al mundo y luego decimos que nos engaña". Es decir, a mi juicio, corresponde más bien a una comprensión a medias del rico lenguaje de los sueños y de nuestro campo de vida. Y esto se debe a que nos acercamos a ellos fragmentados, no como totalidad. Así que en nuestra lectura observamos fragmentos, en vez de apreciar lo unitario.
Son horas de madrugada, así que agradezco tus buenos deseos nocturnos :). Dulces sueños para ti también.
Comuníquese: ¡Hágase sentir!