"Nada palabra mi historia más que este inhibiendo. El lenguaje se vuelve oscuro, críptico, como algo que se desprende de mí apenas se pronuncia (...) La depuración corta la idea y la entierra en mí. Pero yo no conozco su origen, me es negado el don del desnudo". Escribí esto en alguna ocasión en donde el alma se me consteló como precipicio subterráneo, invisible, sin diapasón.
Hay quienes se extrañan de mi pésima maña de usar sustantivos como verbos y gerundios como nombres, y encuentran en ello una especie de extravagancia innecesaria, un juego miope de inteligencia, una poética netamente cerebral o una deformación de la palabra que la convierte en caricatura de sí. Yo lo siento de otra manera. La acción se torna estática, estable, predecible; el objeto ya no petrifica en el "ser" sino en la fragilidad del equilibrio móvil. Así, cuando digo "Nada palabra mi historia más que este inhibiendo", no hablo de esa parálisis de pared o témpano de hielo llamada "inhibición", sino del ser que es y deja de ser en el tiempo, como si en ese "inhibiendo" cada segundo tuviera alguna desesperada cualidad de arena movediza. Palabra como verbo muestra esa estática de la acción: no se están haciendo palabras, ellas están ahí porque hay atemporalidad en la conjugación, como es atemporal el parque vivo siempre lleno de niños, de enamorados, vendedores, etc. Esta lógica inversa se me antoja tan sencilla como mirar dentro del YIN al núcleo YANG, y dentro del YANG al espíritu YIN. Pero quizá éste es un torpe ejemplo de cómo mi sintiendo se sima y se tierra si óseo la palabra.
Hay quienes se extrañan de mi pésima maña de usar sustantivos como verbos y gerundios como nombres, y encuentran en ello una especie de extravagancia innecesaria, un juego miope de inteligencia, una poética netamente cerebral o una deformación de la palabra que la convierte en caricatura de sí. Yo lo siento de otra manera. La acción se torna estática, estable, predecible; el objeto ya no petrifica en el "ser" sino en la fragilidad del equilibrio móvil. Así, cuando digo "Nada palabra mi historia más que este inhibiendo", no hablo de esa parálisis de pared o témpano de hielo llamada "inhibición", sino del ser que es y deja de ser en el tiempo, como si en ese "inhibiendo" cada segundo tuviera alguna desesperada cualidad de arena movediza. Palabra como verbo muestra esa estática de la acción: no se están haciendo palabras, ellas están ahí porque hay atemporalidad en la conjugación, como es atemporal el parque vivo siempre lleno de niños, de enamorados, vendedores, etc. Esta lógica inversa se me antoja tan sencilla como mirar dentro del YIN al núcleo YANG, y dentro del YANG al espíritu YIN. Pero quizá éste es un torpe ejemplo de cómo mi sintiendo se sima y se tierra si óseo la palabra.
Pues me ha dado sueño: creo que por hoy también dejaré esto hasta acá. Saludos.
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2 voces:
Insisto y no me cansaré de hacerlo: es usted realmente admirable amigui....
Gracias loki: un beso grande.
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