Hace tiempo (tendría 17 años) tuve un sueño muy especial:
Me encontraba -junto a otros compañeros del salón- bajando las escaleras del colegio donde estudiaba el bachillerato. No recuerdo bien cómo se dio aquel cambio de escenario, pero una vez en planta baja pasamos a un espacio a la orilla del mar. Mientras caminaba, los iba dejando a todos atrás de mí. Y comencé a correr porque estaba a punto de perderme la puesta de sol. Llegué a tiempo, saqué mi cámara fotográfica... pero no funcionaba: se había convertido en una especie de juguete en material de goma espuma, o algo así. Entonces entendí que aquel momento no podría compartirse, porque nadie vería lo que yo vi. Me quedé sola, de pie, inundándome de mar, de sol, de azul y de naranja. Haciéndolo mío.
Me desperté, y a falta de cámara estuve toda la tarde dibujando aquel momento (es la pintura que se halla arriba de este post). Guardé aquello escrupulosamente en una carpeta que sólo yo veo de vez en cuando.
Cuando -sin moverme- me quedo mirando la pintura, logro sentir el va y ven del mar junto a su sol que arde. Hoy traigo el dibujo con la certeza de que ninguna cámara hubiera capturado aquel instante para nadie, que la imagen no puede decirles lo que yo siento. Que hay momentos dentro de uno que nadie verá. Y sin embargo, no deja de haber en ello un goce, si uno sabe colocar todo su ser en aquel sentir.
Hasta una próxima ocasión.
Me encontraba -junto a otros compañeros del salón- bajando las escaleras del colegio donde estudiaba el bachillerato. No recuerdo bien cómo se dio aquel cambio de escenario, pero una vez en planta baja pasamos a un espacio a la orilla del mar. Mientras caminaba, los iba dejando a todos atrás de mí. Y comencé a correr porque estaba a punto de perderme la puesta de sol. Llegué a tiempo, saqué mi cámara fotográfica... pero no funcionaba: se había convertido en una especie de juguete en material de goma espuma, o algo así. Entonces entendí que aquel momento no podría compartirse, porque nadie vería lo que yo vi. Me quedé sola, de pie, inundándome de mar, de sol, de azul y de naranja. Haciéndolo mío.
Me desperté, y a falta de cámara estuve toda la tarde dibujando aquel momento (es la pintura que se halla arriba de este post). Guardé aquello escrupulosamente en una carpeta que sólo yo veo de vez en cuando.
Cuando -sin moverme- me quedo mirando la pintura, logro sentir el va y ven del mar junto a su sol que arde. Hoy traigo el dibujo con la certeza de que ninguna cámara hubiera capturado aquel instante para nadie, que la imagen no puede decirles lo que yo siento. Que hay momentos dentro de uno que nadie verá. Y sin embargo, no deja de haber en ello un goce, si uno sabe colocar todo su ser en aquel sentir.
Hasta una próxima ocasión.
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2 voces:
Bellísima pintura. Me gusta mucho y me ha impresionado el color del cielo anaranjado... en verdad es como si fuera un sueño.
Besos!
Gracias Ranita :)
Un abrazo grande.
Comuníquese: ¡Hágase sentir!