Los integrantes más humanistas e inteligentes de la Universidad Simón Bolívar suelen referirse a ella -al menos en charlas de café- como un ambiente un tanto tecnócrata, de gente algo automatizada, egoísta y apática que no ha sabido integrar sus propios intereses personales a los básicos valores humanos. Si escogieran una palabra para calificarla, supongo que utilizarían "fría" o "superficial". Pero mis ojos la ven exactamente de la forma opuesta, quizá porque la vivencia es siempre personal y la riqueza se mide de forma distinta en cada alma.
Y bueno, extraño muchas cosas. Extraño ese espacio que corresponde precisamente a la biblioteca, con esa infinidad de estantes llenos de libros, todos accesibles, todos dispuestos a ser leidos en algún instante, la comodidad de no tener que dejar los bolsos ni pertenencias en ningún lado, ni de llenar innumerables fichas para pedir un libro que vaya Dios a saber si se encuentra o no. La posibilidad de entrar -aunque ahora no es así- sin que me exijan un carnet o alguna identificación, como si la cultura fuera una cuestión de horarios.
También siento nostalgia por los raros personajes amperianos y sus conversaciones -aún más extrañas (el Ampere es un cafetín de la USB), el intercambio multidisciplinario de opiniones, la posibilidad de saber que si voy a un sitio, encontraré algún que otro chiflado que tendrá algo interesante para decir. O no dirá nada, más compartirá un café, al lado mío. O no lo conozco, pero la mesa es amplia y la invitación a sentarse está siempre presente. El humo del café es siempre sugerente y nos induce a pensar, o a compartir.
Y por último, extraño aquel espacio destinado a la intimidad y a la contemplación. Ahora habito en lugares donde existe demasiada gente, y sin embargo, con nadie se puede conversar. Y a pesar de la ausencia de contacto, no existe un rincón -siquiera diminuto- donde pueda estar A solas conmigo, sin esos miles de ojos observándome.
Sé que no se puede -y en general, no es deseable- volver atrás. Sin embargo, no puedo dejar de recordar aquellos tiempos donde cada día daba lugar al pequeño milagro que permitía darle vida a mi alma.
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3 voces:
"Nada por pasado es mejor, el futuro es mejor" Eso lo dijo Spinetta, pero cuesta creerlo.
Supongo que a veces pasa que uno no valora ciertas experiencias... hasta que finalmente el alma las incorpora.
Sin embargo, existe momentos que yo no retornaría otra vez. La Universidad me dejó mucho, sobretodo, el conocimiento de aquello que realmente deseo (al menos, en forma parcial); pero revivir el bachi-burrato... no, gracias.
Gracias por estar allí :o)
Aire
Ah! la Simón........ con sus jardines de ensueño, aparatdos de los edificios de aulas y solo visitados al final del trimestre... pero yo también solía escaparme de vez en cuando a la laguna de los patos. me siento muy identificada con tu reflexión , y auqnue el pasado no vuelve, las experiencias de vida que se han impregnado en el alma, son vueltas a vivir una y otra vez al recordarlas........la universidad de la excelencia......
Comuníquese: ¡Hágase sentir!