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No hay ninguna razón específica para comenzar a escribir, excepto aquélla nacida por un exceso de silencio. Y el palpitar de un alma, aún viva.

Hace tiempo, regalé un marcalibros a una persona muy especial, el cual tenía una pequeña cita de Roque Dalton. Con dichas palabras inauguro esta especie de delirio compartido:

Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.


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Comuníquese: ¡Hágase sentir!

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